sábado, 6 de marzo de 2010

El caso Eluana

Eutanasia: y el derecho a morir con dignidad.

El caso Eluana en Italia reavivo el debate acerca de la eutanasia y las legislaciones sobre el derecho a morir con dignidad. Italia no permite la eutanasia, los pacientes tienen derecho a negarse a recibir algún tratamiento, pero no hay ninguna ley que les permita dejar instrucciones acerca de su tratamiento, al final de su vida en caso de quedar incapacitados de ello.

Eluana accidentada hace 17 años, quedó en vida vegetativa desde entonces y recibió soporte medico vital, sobre todo alimentación artificial, que mantuvo sus signos vitales estables, sin que existiera ninguna otra relación con la condición humana que previamente tenia y solo sus variables fisiológicas, mantenían sus días, muy lejano a lo que la sociedad actual considera vivir o disfrutar la vida.

Hace un año su padre ganó una batalla legal de mas de una década para que le permitan retirar un tubo de alimentación artificial, argumentando que ese fue su deseo en caso de un hecho como el sucedido a la joven. Hoy hay mas de 500 denuncias en contra del anestesiólogo a cargo del cuidado de Eluana por homicidio.

Este escrito, no pretende nada más que abrir un espacio de reflexión acerca de este tema, aclarar algunos conceptos y hacer algunas reflexiones personales.

Eutanasia significa “el buen morir”, término que fue tergiversado en su uso y pasó a ser considerada como sinónimo de “la administración de drogas con la explicita intención de terminar con la vida del paciente, ante su solicitud y para aliviar su sufrimiento”, algo muy parecido a un suicidio asistido medicamente y a veces con las mismas drogas usada para inyecciones letales en condenados a muerte en USA.

Esta confusión, llevo a quienes quieren dar el verdadero sentido de la palabra, a hablar de ortonasia, como” el buen morir con acompañamiento para evitar el sufrimiento de los últimos días, desde la filosofía de los cuidados paliativos utilizados ampliamente en el mundo, donde se condena la mal llamada eutanasia. Desde los Cuidados Paliativos se respeta la vida y la autonomía del paciente y se da una atención integral destinada al confort del paciente, promoviendo el vivir el día a día como el mejor de los días, dando soporte a la familia del enfermo y ayudándolo a aliviar su sufrimiento y la percepción del mismo, con una clara premisa:

“Ni acortar la vida ni prolongar la agonía.”

A diferencia de la distanacia que corresponde al exceso de cuidados médicos en etapas no curativas de la enfermedad, sometiendo al paciente a múltiples terapéuticas que no solo no alargan su sobrevivencia, sino que agregan sufrimientos y prolongan su agonía. También llamado encarnizamiento terapéutico, lleno de maniobras fútiles que en nada ayudan al paciente y solo desgastan los alicaídos bolsillos de los familiares. Ésta situación también llamada “comercialización de la esperanzada” situación utilizadas por inescrupulosos que abusando del deseo imparable de los seres queridos ofrecen ayudas y curas milagrosas que no tiene ninguna base ni evidencia científica.

“Estoy muriendo rodeado de demasiados médicos” - Alejandro el grande.

Por otro lado esta la mistanasia, resultado posterior de emitir la frase “ya no hay nada mas que hacer”. Es el abandono terapéutico, producto de la educación medica moderna que ha formado médicos para diagnosticar y curar enfermedades y de pronto le entregan un paciente con el diagnostico de una enfermedad incurable, entonces lo que sucede es que el profesional no sabe que puede hacer. Y en realidad hay mucho por hacer por este paciente y su familia, como unidad integral a tratar, en cuanto a cuidados de confort para lo que le resta de vida a este ser humano.

¿Y qué es la muerte?

Este coctel de sinonimias únicamente agrega confusión a la temática de fondo que es el final de la vida, es decir la muerte.

La muerte como tal es un hecho humano, que al decir de Martin Heddgger al labrador de bohemio “a poco de nacer el hombre, nada sabe sobre su destino, de lo único que puede estar seguro es de que al final de la vida está la muerte”. Es indiscutible nuestra mortalidad y sin embargo el hombre moderno silencia, escamotea y esconde la mortalidad y vive seguro de su inmortalidad.

Para conceptualizar los cambios en el pensamiento humanos digamos que la muerte era vivida como un ritual, era un acto fundamental en la vida de un hombre de un siglo atrás. Su dignidad dependía de la grandeza con que lleve adelante sus ceremonias de despedida.

No había peor escenario que el de la muerte súbita, inesperada, era un hecho desvalorizante, todos deseaban ser protagonista de su paso transcendental, poder despedirse.

Decía Antonio Gala, en su relato sobre la muerte del torero Paquirri: “nada mas triste y mas torpe que morirse abruptamente, el hombre es mas grande que la muerte, porque el hombre sabe que se muere, pero la muerte no sabe que mata”.

Hoy la conceptualización de la muerte esta tan distante de aquel pensamiento que se escucha decir “gracias a Dios, no tuvo ni siquiera tiempo de darse cuenta que se moría” o frases como “quisiera morir mientras estoy durmiendo”. Nos infunden temor a la enfermedad y a la muerte. Por ello ni hablamos de ello con los demás, ni con nosotros mismos.

¿Podríamos despedirnos o dar nuestros deseos póstumos a través del testamento?

El testamento, expresión de la voluntad autónoma del hombre, estuvo ligado a la edad media como un legado póstumo necesario y como evidencia del paso terrenal de todo hombre donde decidía sobre sus bienes, su cuerpo y su alma. Definía claramente el ritual que quería para el final.

Se consideraba el testamento como una condición importante de una buena muerte, donde el hombre pacificaba su espíritu ante sus semejantes, a tal punto de trascendente, que algunos episcopados no permitían al párroco administrar el sacramento de la unción de los enfermos, si el enfermo no había hecho antes su testamento. Hoy parece que la voluntad del individuo no tuviese valor supremo y otros deciden sobre como será su final, en alguna circunstancias especiales como las de Eluana.

“Y déjense ya de sandeces y llamen al escribano y al padre cura para hacer mi testamento” - Don Quijote.

Nadie discute sobre el derecho a la vida, aun más, existen derechos de la persona por nacer, nadie discute sobre el vivir con dignidad, pero que hay acerca del derecho a morir con dignidad o en forma humanamente digna.

Dice Hanns Kung, teólogo suizo director de la Fundación Etica Mundial “Si Dios ha confiado la vida entera a la responsabilidad individual de cada ser humano, porque el hombre no ha de ejercer esa responsabilidad individual al final de la vida” esta frase parece un alegato a favor de la decisión individual, como una responsabilidad adquirida desde el nacimiento.

Mi experiencia en la atención de moribundos, es decir en el largo acompañamiento a una larga enfermedad me ha permitido evidenciar el afianzamiento de la espiritualidad del hombre ante el final, superar las etapas humanas descriptas por la Dra Kubler-Ross, hasta la aceptación del destino final, con un solo condicionamiento, volcado en el dialogo profundo e intenso sobre la verdad conocida, a veces incluso en familia, donde el paciente en un pleno acto de autonomía, solo pide ante su miedo, no a la muerte, sino al proceso de morir, no sufrir dolor para no provocar dolor a sus seres queridos, pide perder la percepción consiente de la situación a través de una sedación farmacológica, llegado el momento cuyo clara intención es no provocar la muerte (este es el concepto mas importante de la sedación final) y que finalmente Dios, la naturaleza o quien sea,(lo que en Bioética se conoce como el doble efecto) determine el punto final de la existencia.

Nunca escuche a alguien pedir por un respirador, una fría cama de terapia intensiva, sino que han pedido, si fuera posible terminar en su propio lecho, sus perfumes y aromas del hogar y sus afectos más íntimos, sus mascotas, su familia.

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